Claudio Agostini

Algunas lecciones que aprender de los escándalos y fraudes financieros

Por: Claudio Agostini | Publicado: Martes 7 de enero de 2014 a las 05:00 hrs.
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El año 2004 en Estados Unidos la famosa magnate Martha Stewart fue condenada a 5 meses de cárcel y otros 5 meses de arresto domiciliario usando brazalete electrónico por usar información privilegiada en la venta de acciones y además haber mentido en la investigación. Su broker Peter Bacanovic también fue condenado a prisión por mentir para protegerla.



¿Cuántos casos similares a este pero sin sanción han habido en Chile? Hace rato que llegó el momento de tomarse en serio los delitos de cuello y corbata y sancionarlos severamente, incluyendo cárcel muchas veces. Los estándares cambiaron en Chile y cambiaron para bien. Ya no es aceptable hacerse rico haciendo trampa o aprovechándose de información privilegiada. Hay personas que le deben su riqueza a “datos” sobre qué acciones comprar y cuándo. Esa riqueza no proviene del mérito propio sino que de la frescura y los privilegios de algunos. En el camino al desarrollo hay que avanzar hacia la meritocracia y ello implica apuntar con el dedo y erradicar a los frescos e inescrupulosos. ¿Cómo hacerlo? Hay varios caminos complementarios a seguir.

El primero es aumentar fuertemente la fiscalización y las sanciones. Existe hoy una fuerte presión pública para castigar sin piedad a quien roba una tienda o una casa y se acusa de blandos a los jueces que no meten presos a quienes cometen esos delitos. Sin embargo, no existe la misma presión para empresarios y ejecutivos que roban a través de acuerdos colusivos, evasión tributaria o fraudes financieros. En estos casos la presunción de inocencia se defiende como nunca por asociaciones gremiales y varios medios de comunicación, probablemente porque los involucrados pertenecen a la elite criolla y merecen un trato distinto (además sus empresas financian los medios de comunicación con publicidad). El castigo ejemplar y público sigue siendo un buen mecanismo para desincentivar este tipo de prácticas y creo que usarlo en casos de gran connotación pública como La Polar o Cascadas traería grandes beneficios futuros. Una verdadera cultura de caiga quien caiga es siempre un activo país.

El segundo, es tener mecanismos de regulación transparentes y estrictos. Avanzar hacia la autorregulación no sirve. Cualquier sistema de autorregulación funciona sólo si un agente económico tiene incentivos para autorregularse, es decir, si está en su propio interés hacerlo. No existen los incentivos para autorregularse y voluntariamente no realizar transacciones al límite de la ley que otorguen ganancias importantes. Sólo una regulación estricta, con buenas fiscalización y multas altas puede impedirlo.

El tercero es avanzar seriamente en eliminar o resolver conflictos de interés que impiden detectar a tiempo irregularidades. Los más evidentes son los de las empresas de auditoría y las clasificadoras de riesgo, pero más relevantes son los que tienen relación con la estructura y funcionamiento de la Bolsa de Comercio que hoy es más bien un club de amigos. Tener una institucionalidad de la Bolsa, que tenga un buen gobierno corporativo, con inhabilidades definidas, y que sea capaz de actuar con independencia, es urgente.

Por último, no hay fiscalización ni multa posible que reemplace la ética en hacer negocios. Necesitamos que las universidades que forman futuros ejecutivos, empresarios y líderes se cuestionen seriamente el rol que tiene la ética en la formación que entregan a sus alumnos. ¿Se enseña sólo a cumplir la ley? ¿Se enseña que los conflictos de interés son irrelevantes mientras no violen la ley? ¿Se enseña a buscar el resquicio legal como camino al éxito?. Creo que el deber, tanto de quienes forman niños y jóvenes en colegios y escuelas como de quienes formamos profesionales en las universidades, es enseñar a hacer siempre lo que es correcto, a ser honesto, a no hacer trampa y a evitar el camino corto y fácil.

Este es uno de los mayores desafíos que tenemos como país hoy. Si no, aunque lleguemos a tener 
US$ 40 mil per cápita, seguiremos siendo un país subdesarrollado.

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